Viernes, 5 de abril

 

Hoy he ido al cenáculo. Todo está vacío. Estábamos tan tristes y cansadas de llorar que teníamos los ojos secos y los corazones de piedra. No podemos entender por qué Dios te abandonó y acabastes muriendo en la cruz como si fueras el peor malhechor de todo el pueblo. ¡Qué vacía y tenebrosa es esta sala, tan llena de tus palabras, de tu pan y de tu vino presencial y misterioso! El vacío de fuera nos ha traído un vacío de dentro mismo de nuestra alma.


¡Jesús está vivo! La vida ha vencido a la muerte. El amor ha vencido al odio, la plenitud ha vencido la tristeza. Él está entre nosotros, vive en nosotros, sigue reinando Dios. No le vemos con los ojos, pero lo sentimos en el corazón. No se marchará nunca más de nuestro entorno.


Hemos vuelto a casa, al interior del corazón y estaba llena, más llena que antes. Ahora no vemos a Jesús con los ojos del cuerpo, pero sí con los de la fe, la esperanza y el amor. Jesús es vivo y nos ama y nos llama. Adelante, vayamos con Él y hacia Él.