Jueves, 18 de enero

 Evangelio según san Marcos 3, 7-12

 En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, y lo siguió una gran muchedumbre de Galilea. 

 Al enterarse de las cosas que hacía, acudía mucha gente de Judea, Jerusalén, Idumea, Transjordania y cercanías de Tiro y Sidón. 

Encargó a sus discípulos que le tuviesen preparada una barca, no lo fuera a estrujar el gentío. Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo. Los espíritus inmundos, cuando lo veían, se postraban ante él   y gritaban: “Tú eres el Hijo de Dios”. Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer.

  En estos tiempos de redes sociales, de influencers, muchos persiguen la fama como si fuera lo más valioso: anhelan ser conocidos, mostrar sus vidas hasta en los detalles más íntimos, que su nombre y su imagen aparezcan en todos los medios de masas. Y sin embargo Jesús, el personaje más influyente de la historia, prohíbe que se le de a conocer…¿No nos da esto que pensar? Reflexionemos mientras vemos unas imágenes del mar de Galilea, por cuyas orillas un día caminó Jesús.