Dije al almendro: ¡Háblame de Dios! Y el almendro floreció.
Dije al pobre: ¡Háblame de Dios! Y el pobre me ofreció su capa.
Dije al sueño: ¡Háblame de Dios! Y el sueño se hizo realidad.
Dije a la casa: ¡Háblame de Dios! Y se abrió la puerta.
Dije al campesino: ¡Háblame de Dios! Y el campesino me enseñó a labrar.
Dije a la naturaleza: ¡Háblame de Dios! Y la naturaleza se cubrió de hermosura.
Dije al amigo: ¡Háblame de Dios! Y el amigo me enseñó a amar.
Dije al pequeño: ¡Háblame de Dios! Y el pequeño sonrió.
Dije al ruiseñor: ¡Háblame de Dios! Y el ruiseñor se puso a cantar.
Dije a un soldado: ¡Háblame de Dios! Y el soldado dejó sus armas.
Dije al dolor: ¡Háblame de Dios! Y el dolor se transformó en agradecimiento.
Dije a la fuente: ¡Háblame de Dios! Y el agua brotó.
Dije a mi madre: ¡Háblame de Dios! Y mi madre me dio un beso en la frente.
Dije a la mano: ¡Háblame de Dios! Y la mano se convirtió en servicio.
Dije al enemigo: ¡Háblame de Dios! Y el enemigo me tendió la mano.
Dije a la gente: ¡Háblame de Dios! Y la gente se amaba.
Dije a la voz: ¡Háblame de Dios! Y la voz no encontró palabras.
Dije a Jesús: ¡Háblame de Dios! Y Jesús me enseñó el PADRENUESTRO..