LA TRISTEZA DE UN MAYA
Un día los animales se acercaron a un maya y le dijeron:
- No queremos verte triste, pídenos lo que quieras y lo tendrás.
El maya dijo:
- Quiero ser feliz.
La lechuza respondió:
- ¿Quién sabe lo que es la felicidad? Pídenos cosas más humanas.
- Bien -añadió el hombre- quiero tener buena vista.
El águila le dijo:
- Tendrás la mía.
- Quiero ser fuerte.
El jaguar le dijo:
- Serás fuerte como yo.
- Quiero andar sin cansarme.
El ciervo le dijo:
- Te daré mis piernas.
- Quiero adivinar la llegada de las lluvias.
El ruiseñor le dijo:
- Te avisaré con mi canto.
- Quiero ser astuto.
El zorro le dijo:
- Te enseñaré a serlo.
- Quiero encaramarme por los árboles.
La ardilla le dijo:
- Te daré mis uñas.
- Quiero conocer los remedios escondidos en las plantas.
La serpiente le dijo:
- ¡Esto es cosa mía! ¡Yo conozco todas las plantas! Te las marcaré en el campo.
Cuando sintió esto último, el maya se alejó. Entonces la lechuza dijo a los animales:
- El ser humano ahora sabe más y puede hacer más cosas, pero siempre estará triste. Siempre estará buscando la felicidad, pero nunca la encontrará. Porque busca fuera aquello que lleva en su interior…
¿Y nosotros? ¿Donde buscamos nuestra felicidad?
"Porque donde esté vuestra riqueza, allí estará también vuestro corazón" (Lc 12,34)
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